miércoles, 5 de mayo de 2010

Inquisición laicista-sodomita

Que la sociedad occidental está podrida moralmente es un hecho. Los loobies feministas, homosexuales, ecologístas, proabortistas, etc. -en definitiva puteros- están, día sí y día también, destruyendo los pilares sobre los que se ha construido el desarrollo de nuestra sociedad y cercenando las libertades individuales de los ciudadanos. Esto es lo que ha ocurrido con Dale McAlpine, un predicador baptista que fue detenido en el Reino Unido por predicar en la calle las enseñanzas cristianas respecto a la práctica de la homosexualidad. Según recoge el Telegraph, el pastor protestante fue detenido por un polícia homosexual, tras la denuncia de una señora a la que no le gustó lo que Dale predicaba.

Para empezar señalemos qué estaba haciendo el pastor. McAlpine predicaba sobre las enseñanzas del Nuevo Testamento respecto a las prácticas sodomitas. En concreto se refería a la primera Carta del Apostol San Pablo a los Corintios, en la que el apostol del las gentes señala (negrita mia):

"¿No sabéis que los injustos no poseeran el reino de los cielos? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los ávaros, ni los ébrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios." (1 Cor 6, 9-10)

El protestante se estaba limitando a señalar lo que enseña la Biblia. Pero, parece ser, que la nueva religión laicista no puede soportarlo. No puede soportar que los cristianos nos mantegamos firmes en nuestras convicciones ni que haya valientes que se atrevan a llamar a las cosas por su nombre. Por contra, en cuanto aparece una voz que no comulga con lo políticamente correcto, se utilizan los medios propios de un estado totalitario para silenciarlo y restringir de este modo la libertad de los individuos a la aceptación de los postulados de la nueva religión anticristiana occidental.

La sociedad occidental en general, y la Europa en particular, viene determinando qué es y qué no es pecado. La mentira, el engaño, el puterío,..., condenados por la Biblia, no son pecado porque hay muchas personas cuyo modus vivendi se basa en esos postulados. Sin embargo, condenar la práctica de la sodomía, inmediatamente te convierte en homófobo y te expone públicamente al juicio de lo políticamente correcto, sino de la justicia civil. Y ya no sólo eso, sino que en función de quien cometa el pecado, pues este tiene efecto o no. Muchos se rasgan las vestiduras por los abusos de clérigos a niños, mientras, por ejemplo, en la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA) está integrados grupos pederastas como la Asociación Norteamericana por el Amor Hombre-Chico (Nambla).

La persecución a los cristianos, ya sean estos cátólicos, ortodoxos o protestantes, se ha convertido en algo común en los países europeos. Se pretende silenciar a los principios, valores e ideas que construyeron nuestra libertad, pues el concepto de libertad del hombre aparece con Jesucristo ("La Verdad os hará libres"). No sería de extrañar que, en breve, la Biblia fuese censurada porque, obviamente, no sigue las líneas de la nueva religión. Pero, mientras tanto, nos estamos dedicando a favorecer explícitamente a ideologías como la islámica que no pretende otra cosa que destruir a la sociedad occidental. Aunque, pensandolo mejor ¿no comparten, musulmanes y laicistas, el mismo objetivo?

Poco a poco, la nueva religión se está consolidando. Una religión basada en los postulados del más rancio y deleznable feminismo, del homosexualismo militante y pseudo pederasta, de la cultura de la muerte, del ecologismo de salón, del ateismo más trasnochado... Europa y occidente caminan hacia un abismo donde los que, como los cristianos, no acepten la nueva religión hecha ley, se verán excluidos socialmente o, en el peor de los casos, encarcelados. Ante tal situación, los cristianos en general, y los católicos en particular, debemos plantar cara y defender con uñas y dientes la Verdad, esa que hace verdaderamente libre al hombre y que ha permitido construir una sociedad que ha comandado el progreso del mundo, pero que, lamentablemente, hoy en día no es espejo en el que mirarse.

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