Mientras la población española vive en la burbuja del mundial de fútbol de Suráfrica -ya saben aquello de pan y circo- el desmembramiento de la nación española sigue su curso, sin que a nadie parezca importarle en absoluto. Desde la llegada al gobierno de la otrora España de ese botarate e izmierdoso de José Luis Rodriguez Zapatero, la frágil pero estable unidad de todos los españoles en ese proyecto común que se llamaba España se había mantenido. Era frágil, porque la Constitución de 1978, como estamos comprobando, permite la sangria de los independentismos perifericos al Estado Central, pero era estable porque los gobernantes tenian clara la idea de España. Sin embargo, desde hace ahora seis años, la población española está sufriendo el mayor asalto a la identidad como pueblo que ha sufrido en toda su historia.
La nación española está rota por muy diversos motivos, y todos ellos tienen que ver con la política de un gobierno totalitario de izquierdas que ha pretendido borrar todo lo que habia construido a España como nación y entroncar de forma ahistórica su acción de gobierno con la II República Española, periodo nefasto, antidemocrático y perfectamente prescindible de la historia de este país. La Ley de Memoria Histórica, que reabre heridas ya cerradas y vuelve a enfrentar a unos españoles con otros, la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, el divorcio express o la que despenaliza el aborto, enfrentando a una parte importantisima de la sociedad española que todavía se siente católica con los "progres" de pacotilla, la futura ley de libertad religiosa, que concede derechos a creencias antidemocráticas restándoselas a la religión verdadera y mayoritaria de los españoles, la desmilitarización del ejercito, que lo ha convertido en una simple ONG, la vejación a las víctimas del terrorismo, promoviendo una moción en el Congreso -todavía no revocada- que faculta al ejecutivo para dialogar con los terroristas de la ETA, el apoyo explícito a gobiernos totalitarios como el de Venezuela, Turquía o Irán, en una política exterior marcada por el servilismo y la pérdida de peso y prestigio internacional que tanto nos había costado recuperar. Y así podríamos seguir hasta hartarnos. El último episodio: la sentencia de Tribunal Constitucional avalando más del 90% de un estatuto de autoníma como el catalán que de hecho y de derecho se carga por la vía de los hechos la Constitución del 78.
Huelga insistir aquí en todos los aspectos que hacen de dicho estatuto algo que rompe definitivamente la unidad de España. Lo que queremos señalar es que a la situación actual se ha llegado por la conjunción de dos hechos: un gobierno como el de Zapatero sin ningún sentido de estado y responsabilidad de gobierno, y una Constitución -la de 1978- que permite que todo esto suceda sin que nadie haga nada. La solución a la situación creada pasa por la convocatoria de Cortes Constituyentes que redacten una nueva Constitución, que blinde competencias esenciales para vertebrar la nación -como la educación, la justicia, o la fiscalidad-, que desarrolle una ley electoral que elime la dependencia de los partidos nacionalistas y que consagre la segunda vuelta, y que no permita procesos balcanizantes ni disgregadores del territorio español.
Está demostrado y comprobado que el actual sistema está agotado, que nació ya cojo, pero que ahora ya no puede andar porque está tumbado en la uvi. Es necesario ya mismo una catársis nacional que permita cohesinar de nuevo al país y devolver las ilusiones a sus habitantes, enzarzados en disputas estériles y con los bolsillos esquilmados por culpa de unos gobernantes ineptos y antipatriotas. Una nación con tanta historia a sus espaldas, que ha luchado siempre por consolidar esa identidad nacional que la permitía progresar, lleva sumida en un letargo de ideales y valores muchos años, exceptuando el oasis del gobierno del general Franco, y los actuales mequetrefes que nos gobiernan no han hecho sino agravar esa crisis. España tal y como la conociamos está muerta, asi que solo queda decir ¡VIVA ESPAÑA!