jueves, 28 de enero de 2010

Auschwitz

El 27 de enero de 1945, el campo de concentración de Auschwitz fue liberado. La fecha, de la que este año se cumplen 65 años, sirve para recordar a todas las víctimas -en su mayoría judíos- sacrificadas en este y otros campos de concentración en honor del nacionalsocialismo, ideología que, junto al comunismo, segó la vida de millones de personas en el s.XX. Es, por tanto, una fecha para reflexionar sobre lo que el hombre es capaz de hacer cuando sustituye a Dios por él mismo.

La solución final, nombre con el que los nazis bautizaron a su política de eliminación física de 11 millones de judíos en toda Europa, no era más que el reflejo de una ideología totalitaria, que tenía sus orígenes en los programas de asesinato de enfermos mentales y discapacitados años atrás (la llamada operación Eutanasia). Entonces, una vez perfeccionada la forma de matar, su objetivo se centraba en los judios, aunque en los campos de concentración también se dieron cita personas que, bien por su condición sexual o bien por su nacionalidad, no eran deseados por el régimen nazi. En resumen, la forma más fácil y limpia de deshacerse de aquellos que evitaban la grandeza del III Reich era matándolos.

El régimen nazi había antepuesto los supuestos derechos de la raza aria a los de otros colectivos (judios, discapacitados, etc.). En esencia, para conseguir sus objetivos de pureza, eliminó a quien le estorbaba. Y, pese a lo tremendo de los medios y los fines, parece que nuestra sociedad no ha aprendido de los errores. El aborto, la eutanasia, etc., aceptados como derechos, no son más que una prolongación de esa solución final nazi. Nuestra sociedad ha decidido deshacerse de lo que supuestamente le estorba en su camino a la felicidad, aunque para ello tenga que recurrir al asesinato. Con la vida, no se trata de estar o no de acuerdo, sino que, per se, es un derecho inherente a la condición humana y que nadie, salvo Dios, tiene derecho a dar o quitar.

Parece quedar más que claro que, a medida que el hombre se aleja de Dios, es mucho más permeable a que cale en él la desesperanza que induce al camino fácil. El matar a un hijo con sindrome de down, por ejemplo, es la solución final que el hombre de hoy en día ha dado a una situación que, no por escepcional, no deja de ser querida por Dios. El facilitar cianuro a un tetrapléjico postrado en una cama, no deja de ser una forma egoista de comportarse.

El Santo Padre Benedicto XVI, al referirse a esta conmemoración, pidió que el recuerdo de tales hechos, en particular del 'drama' del Holocausto que golpeó al pueblo hebreo, suscite cada vez más un convencido respeto a la dignidad de cada persona, para que todos los hombres se perciban una sola gran familia. Ójala el hombre de hoy recuerde que es hombre porque Dios así lo ha querido y que la vida ha de ser defendida en toda circustancia.

2 comentarios:

  1. Ciertamente matar a alguien haciendo uso del aborto y de la eutanasia es una forma de actuar exactamente igual que la que utilizó el régimen criminal de Hitler.

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  2. No sólo son las formas, sino también los fines: la erradicación de lo que ellos considera que sobra.

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