lunes, 14 de diciembre de 2009

Europa nunca volverá a ser lo que una vez fue

Los animos están soliviantados. Y no es para menos. Aunque sólo sean algunos los que de verdad se estén dando cuenta del problema. El referendum suizo sobre los minaretes de las mezquitas no es más que una llamada de atención por el hartazgo que está produciendo en la población la desidia de las elites sociales europeas, más preocupadas por el buenrollismo y el relativismo moral que por defender las bases que hace tiempo hicieron de Europa un continente digno de admiración, y del que hoy en día se chotea hasta el más impresentable.

Desde el imperio romano, pasando por Carlomagno y el Sacro Imperio, Europa, pese a las recurrentes contiendas vecinales, siempre se habia caracterizado por asentar su progreso en la tradición judeocristiana, todo lo bueno -y a veces lo malo, mal que nos pese- se hacía en nombre de una serie de valores que todos, españoles, franceses, alemanes, italianos o austriacos consideraban irrenunciables. Sin embargo, ese espíritu comenzó a decaer hace años, incrementandose la velocidad de un tiempo a esta parte.

Hoy en día, la clase política, las élites culturales, y, en definitiva, todo aquel que de una u otra forma influye en el ciudadano de a pié está enviando un mensaje muy claro: nosotros meamos sobre la tumba de nuestros padres, así que haz tu lo mismo. Este eslogan inventado pero cierto, se basa en que los cimientos sobre los que se organizó la sociedad occidental son más o menos despreciables y que no merecen defensa frente a otras formas de pensar. En definitiva, se trata de que, ante un problema, no se sabe de que punto partimos.

La amenaza de islamización europea está a la vuelta de la esquina y, como nuestros vecinos centroeuropeos sabe, no se resuelve untandoles de subvenciones o permitiendoles abrir mezquitas por doquier. Los musulmanes saben que nuestra clase política es débil porque ha renunciado a defender una serie de valores, y no dudan en utilizar esa debilidad para conseguir sus objetivos. La reacción suiza es comprensible, y perfectamente legítima. Los ciudadanos no son una masa amorfa a la que le da igual ocho que ochenta. Quieren sentirse seguros y defender una forma de vivir que les ha dado estabilidad, progreso y libertad.

Ójala naciones como Francia -que ya se ha interesado por celebrar un referendum como el suizo- continuén la senda de la Confederación Helvética, aunque sólo sea como llamada de atención a una clase política, muy preocupada por tonterías como la Alianza de Civilizaciones, pero que, en última instancia no hace más que bajarse los pantalones una y otra vez porque no es capaz de defender la libertad frente al totalitarismo.

P.D. Como siempre, España por detrás del mundo y, mientras en Europa ven ya la amenaza en la puerta de casa, aquí nos dedicamos a apoyar la creación de partidos islámicos, inspirados en el Corán y cuyo eje vertebral es la Sharía. Toda una Alianza de Civilizaciones.

2 comentarios:

  1. Has titulado esta entrada con palabras que me han calado hondo. Tu artículo -todo- me ha golpeado fuerte.

    Solo observa a qué niveles llega el desprecio por la vida que alcanza el punto en que se desprecia la cultura, y quién desprecia la cultura? Un salvaje, alguien que no razona, alguien que no se planta a saber de dónde viene ni para dónde va, que solo vegeta y espera que lo dejen morir en paz.

    La verdad es que no se si después de este golpe debo agradecerte. Supongo que si. Gracias por ponerme alerta. Gracias.

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  2. Maricruz,

    Cerrar los ojos a lo que está pasando no es la solución. Desde nuestra pequeña parcela podemos hacer mucho, concienciando y difundiendo la realidad. No es cuestión de desanimarse ni de dejarse vencer por la falsa moralidad de nuestra sociedad. Hay que ser fuertes y defender una serie de valores que han asentado durante cientos de años nuestro desarrollo y libertad. No nos los dejemos quitar por un plato de lentejas.

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