jueves, 2 de julio de 2009

El papel del Estado (II): la economía

A pesar de que nos estén intentando convencer de lo contrario, la actual crisis económica -más de bien de valores- no se deriva del fracaso de la economía de mercado, sino más bien del llamado estado social, es decir, un pseudosocialismo revestido con pretendidos tintes liberales que no ha hecho más que facilitar la labor a los estafadores y especuladores y permitir que los otrora marxistas se hayan enriquecido a costa de las llamadas clases medias.
Ha quedado más que demostrada la ineficacia de los organismos reguladores (SEC y demás bancos centrales nacionales), cuya actividad se ha limitado en los últimos años ha hacer la vista gorda en operaciones de elevadísimo riesgo y a permitir la titulización de activos basura por parte de las entidades financieras. Por otro lado, no debemos olvidar que la política iniciada por el putero Clinton de una casa para cada familia, ha ocasionado que los tipos de interés se hayan mantenido articialmente bajos, ocasionando los problemas en la devolución de hiptecas cunado estos han subido en familias que no tenian ninguna garantía de devolución.
La explotación vía impuestos de las clases medias no es tampoco baladí. En el caso español, sàlvo el periodo de Aznar en el que la presión impositiva se redujo considerablemente, en los últimos años hemos sufrido en carnes propias cómo para mantener a diversos lobbies (gay, ecologistas, feministas, sindicatos, titiriteros, etc.) nos han exprimido considerablemente, volviendo de nuevo a la sociedad de la subvención y del jeta.
Todas estas ineficiencias, y más que se nos podrían ocurrir, revelan un afán de los políticos (el Estado) por intentar dirigir las decisiones económicas individuales legítimas de los ciudadanos y, por tanto, introducen desajustes graves que traen como consecuencia situaciones como la actual. La economía se ha mantenido artificialmente en desequilibrio por la intervención estatal, provocando que el óptimo nunca se haya alcanzado. El libre mercado, en términos de la escuela austriaca (Von Mises et ali.), es, hoy en día, una quimera, pero debemos avanzar en una mayor liberalización económica que permita a los individuos (y empresas) fijar las condiciones a su libre albedrío, sin la sombra constante de un papa estado que, generalmente, sabe muy poco de economía.
En este sentido, la intervención estatal en las decisiones económicas debería reducirse a la simple recaudación racional de impuestos (preferiblemente indirectos). El mercado, si se le deja actuar libremente alcanzará por inercia el equilibrio, corrigiendo cualquier desviación o ineficiencia que se produjera.

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