Retomamos la actividad del blog que por circunstancias personales se había visto paralizada en los últimos meses, con una colaboración que espero se mantenga en el tiempo y que nos permitirá abrir una ventana al continente hermano de América. De la mano de Germán Mazuelo-Leyton, Director Nacional de Pioneros de Abstinencia Total de Bolivia, trataremos de dar una visión de lo que supone ser Apóstoles de la Fe en esas tierras hermanas.
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Germán Mazuelo-Leytón
Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total - Bolivia
En su Mensaje para la Cuaresma 2011, Benedicto XVI, nos recuerda que la Iglesia ha visto siempre, como lo enseñaba Paulo VI: en la tríada tradicional oración-ayuno-caridad las formas fundamentales para cumplir con el precepto divino de la penitencia. En otras palabras: la penitencia, es decir, la conversión de lo malo a lo bueno, y de lo bueno a lo mejor, se produce en los cristianos fundamentalmente por el camino de la oración, el ayuno y la limosna[i]. Son medios para vivir de modo más radical el amor de Cristo. El ayuno nos abre a Dios y a los hermanos. La limosna nos impulsa a luchar contra la idolatría de los bienes y a recordar el primado de Dios. La oración, sobre todo la Palabra de Dios meditada e interiorizada, nos focaliza en la necesidad de encontrar tiempo para Él.
Quien visite cualquier ciudad de América Latina, se percatará de que uno de los elementos imprescindibles en el paisaje es el del mendigo. ¡Hay tántos! Son centenares, que, sentados en la acera y rodeados de niños (sobre todo las mujeres) alargan la mano, mascullan pedidos, y, manifiestan su disgusto cuando no se les atiende.
Más de uno pensará que la limosna sólo provoca el aumento de pedigüeños, al tiempo que fomenta la pereza en las personas dedicadas a la mendicidad
Surgen las preguntas:
¿se debe dar limosna a las mismas personas que piden?
¿se debe buscar otra forma útil para ayudarles más eficazmente?
Veamos:
1) La limosna “caritativa” no puede ser el manto que cubra la lacra de las injusticias tanto de la sociedad, como de los individuos; siempre hay que procurar la justicia, defenderla, aplicarla. Pero, y si tradicionalmente no se practica la justicia, ¿se debe dejar morir de hambre a nuestros desheredados, hasta que llegue una teórica solución oficial cuando se hallen ya en el sepulcro?
2) Los Evangelios patentizan el valor de la limosna: es una obra de misericordia, que reparte más o menos equitativamente, los bienes que son de todos. En la Iglesia primitiva, se crearon los diáconos para que, mientras los sacerdotes se dedicaban a la predicación de la Palabra, la Iglesia atendiera a los más pobres de sus hermanos (Hechos 6, 1-4). En general se debe afirmar que, siendo la limosna una forma de la caridad, no tiene más medida ni más límite que la caridad misma. La verdadera limosna es una verdadera caridad.
Jesús mismo, al señalar al joven rico, el camino de mayor perfección, le recomendó: Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme (Marcos 10, 21).
Así Jesús la da a entender que la limosna a los pobres es una acción excelente; además de que libra a quien da a los demás de toda esclavitud propia del dinero.
Examinadas las circunstancias de nuestra sociedad, hay argumentos humanos y divinos que recomiendan vivamente la limosna:
1) La limosna no es puramente una obligación que se ha de medir con balanzas, sino más bien una continua actitud interior de hacer felices a los demás, con la ayuda que les ofrecemos.
2) En todas las civilizaciones, y por causas inevitables, se nota la existencia de situaciones, conflictos, necesidades, que sumen en la miseria a gran parte de la humanidad. En Latinoamérica hay más de un 70& de su población en los límites de la pobreza: necesitan ayuda urgente, so pena de que perezcan de inanición. En estos numerosos y permanentes casos, la limosna es una imprescindible exigencia social.
3) Aún los Estados más perfectamente organizados no llegan a solucionar todos los problemas agudos de tipo social. Teóricamente todo está bien proyectado, pero la verdad es que junto a los barrios más elegantes de todo el mundo, se observan los barrios indecentes de chozas inhumanas.
4) Afirma Juan Pablo II parafraseando a Juan XXIII: Es evidente que para el fomento y estímulo de los valores del espíritu, resulta más fecunda la iniciativa de los particulares o de los grupos privados que la acción de los poderes públicos.
Y Jesús nos puso de aviso que la limosna que depositamos en manos de nuestros hermanos necesitados es una limosna que la damos a Él mismo, sea dinero, comida, bebida, vestido, hospedaje o compañía.
[i] Caminos laicales de perfección, José María Iraburu.